Culturas milenarias nos hablan que la sabiduría habita en nuestro ser y que es ahí en un silencio acogedor donde el ser humano puede hallar la felicidad, que lejos del mal asociado concepto de ésta como un estado de animo que inevitablemente dependerá de los estímulos externos, la felicidad se refiere a la plenitud y calma interior.

Así que esta es mi propuesta hoy, con una bebida que nos caliente el alma y con el mantra Omg Namo · Snatam Kaur de fondo, hablemos de la meditación como un camino de encuentro con nosotros mismos.

Omg namo  “Invoca a tu consciencia”

Resulta que frecuentemente la meditación llega a ser asociada con la reflexión sobre alguna situación, con realizar visualizaciones, relajarse o incluso y diría que el mito más común es pensar que consiste en “dejar la mente en blanco”. Además de todas las expectativas que pueden llegar a surgir a partir de esta experiencia.

Meditar es observar los vaivenes de la mente sin intentar controlarla.

La meditación, consiste en aprender a ser un observador, y mejor aún un observador sin expectativas, llevando la atención a lo que acontece en nuestra mente sin hacer juicios. Abriendo así la puerta a un conocimiento más profundo de nosotros mismos, a un especio de entendimiento sin interferencia de la razón.

Con la practica meditativa constante, poco a poco se despliega la dimensión llamada: Conciencia Testigo, aquella que nos permite ser conscientes de los contenidos de la propia psique tales como recuerdos, pensamientos sobre el futuro, juicios, emociones. Como si estuviéramos sentados en una sala de cine, y en esa pantalla gigante  se proyectara la mente, sin deterner la pelicula para quedarnos atrapados en una de sus escenas, las escenas acontencen y pasan  las siguientes.

De forma progresiva será esta autoconciencia quien nos conlleve a una silenciosa transformación y  que actúe en los mismos cimientos del individuo, siendo así un “gran motor” evolutivo del crecimiento y desarrollo personal.

Desde la perspectiva budista, meditar es cultivar el amor, la alegria y la ecuanimidad. Y cómo no decirlo también el desarrollo de la concentración, de donde surgen las bases del Mindfulness o práctica  de presencia plena, terminología mucho más moderna y que invita a prestar atención al momento presente con interés, curiosidad y aceptación.

Hablemos ahora, a grandes rasgos acerca de dos tipos de meditaciones budistas:

Anapana es aquella practica de iniciación, en la cual se toma un soporte de meditación o elemento de atención, como lo es la respiración, un objeto (por ejemplo la llama de una vela ), los sonidos del entorno, el canto de un mantra, etc.  Una vez centrados ahí, logicamente llegaran los pensamientos y los dejaremos pasar como en un cielo el pasar de las nubes, porque nada es estático y nuestra mente tampoco lo es, volviendo  así de forma amorosa a nuestro soporte de meditación.

Vipassana  es una practica todavía más profunda y se podría decir que avanzada, pues busca expandir el campo de consciencia más allá de la simple atención.  Vipassana significa “ ver las cosas como en realidad son” y es ahí donde se exige rendirse ante la incomodidad corporal, la turbulencia mental o la fatiga emocional, saber decir: Sí ahí estás y ahora te observo “cómo se siente, cómo te siento” siendo un testigo y no el actor. Porque cuando permitimos dejar de estar en el rol de actores damos paso a la rendición del ego y es entonces cuando las resistencias caen,  y se abre un espacio  donde el cuerpo se relaja y la mente se calma, para ocuparnos de sentir y Ser.

En vipassana aprendemos a dejar pasar los pensamientos, las emociones, las incomodidades desde la aceptación y así como sucede en la práctica poco a poco lo veremos reflejado en nuestra actitud de vida, donde ya no me engancho y aferro porque esa sabiduría interna que surge en el silencio de la practica me muestra que nada es permanente.

Observar y dejar pasar en el zafu y en la vida.

Hace ya muchos años cuando comencé mi practica meditativa en Tergar Meditation Community, centro budista tibetano con cede en varios países del mundo, recuerdo como me remolinaba en el zafu (cojín de meditación) porque ya sentía hormigueo en las piernas, y se desplegaba un parloteo en mi mente tipo:  esto es insoportable ya no siento las piernas, tengo que moverlas… esas y mil más fueron mis resistencias mentales, que una vez aceptadas mágicamente perdieron su intensidad. Porque asumir la impermanencia es un modo de soltar el sufrimiento físico, mental o emocional.

Hoy te animo a partir de esta amorosa herramienta a  experimentar el silencio y así profundizar en lo esencial, en aquello que se revela cuando el ruido mental baja un poco el volumen y adoptamos una perspectiva más amplia de nosotros mismos, que nos lleva a la calma y el amor que somos.

 En nuestro próximo encuentro prometo hablarte de muchos más beneficios que aporta la meditación a nuestras vidas, por ahora sólo me quise centrar en el que al menos  para mi resulta primordial, el encuentro contigo.

Te dejo un abrazo deseándote un silencio lleno de ti.