Hola Cariño, primero quiero contarte que dudé mucho en abordar este tema, quizás por la intensidad de dolor que algunos duelos traen impreso, y que sin duda no son fáciles de transitar, todas estas líneas se leen rápido, pero se experimentan diferente. Y si hoy es tu caso, tienes todo mi respeto por ser súper valiente, sé que estás sacando fuerzas de donde nos las hay, pero te aseguro porque he estado ahí que las habrá. Que hoy nos acompañe un café muy calientico que reconforte el alma y con Birds · Imagine Dragons Instrumental acompañemos esta lectura.
En estos tiempos complejos que transita la humanidad entera, todos estamos envueltos en duelos por una gran variedad de pérdidas que de un día para otro la vida nos plantó en la cara.
La partida de un ser querido, el fin de una relación de pareja, el diagnóstico de una enfermedad, un divorcio, un despido en el trabajo, son pérdidas difíciles de afrontar. Pero también están los otros duelos, quizás más cotidianos como lo son: la pérdida de libertad de movimiento, tiempo, contacto físico como expresión del afecto, convivencia con familiares y amigos, la sensación del no poder compartir, lo que conlleva el cambiarse de país o ciudad, el ni siquiera poder hablar con fluidez por tener una barrera que te resta el aire. De la noche a la mañana lo que nunca nos habíamos planteado, de pronto sucedió.
Todo tiene un sentido, el reto es encontrarlo.
Independientemente del contenido, todas las pérdidas confluyen en las mismas etapas. Éstas pueden no vivirse de forma lineal, es válido avanzar a una etapa y de pronto regresar a otra, y mucho menos están estandarizadas en tiempo para ser superadas. Una “pequeña pérdida” podrá ser procesada quizás en un mismo día, pasando por todas sus etapas casi casi empalmándolas, mientras otras, aquellas que impliquen mayor sentido en la vida, su proceso será más largo. Y escribo entre comillas “pequeña pérdida”, entendiendo que para cada quien sus pérdidas son importantes desde su propia escala de valores, y no comparables con las de otros. Partiendo desde un principio de respeto, esto no es cuestionable.
Cada uno llevamos la carga que somos capaces de soportar…
así también nuestras pérdidas.
Hablemos entonces de estas cuatro fases concretas del duelo, sin ser todas las que se implican en este proceso, pero que a mi parecer son las más contundentes y también aplicables en los pequeños duelos cotidianos.
El Shock o negación:
Llega el impacto de lo inesperado o aquello que no queríamos ver llegar, y entonces la primera salida de escape es negarnos ante la situación, el pensar o comprarnos la idea que estamos viviendo en una pesadilla, que despertaremos y todo estará como antes con cierta estabilidad o tranquilidad. En ese momento no somos capaces de asimilar que debemos transitar ese tramo tan duro.
Si lo niegas, en el fondo le estarás dando más fuerza.
Como se dice coloquialmente lo que se resiste persiste, y así esta fase será tan larga como sea la resistencia que se le oponga.
La rabia:
Al decantar que lo que se está viviendo no es una pesadilla, sino que está sucediendo y es real, empiezan a entremeterse momentos de enojo, impotencia y frustración. Es revelarse contra la situación, incluso desear si es el caso, que la contraparte sienta el mismo dolor que tú.
La Tristeza:
Quizás sea la etapa más larga del proceso, o al menos donde la sensación es como la de estar 5 minutos bajo el agua, se pierde la perspectiva del tiempo y parece eterna, que nunca llegará a su final. Recuerdo en una sesión con mi terapeuta preguntarle con un matiz de desesperación ¿cuándo se va a terminar esto que estoy sintiendo?
Y sin cálculos matemáticos, como inconscientemente lo estaba exigiendo en aquellas palabras, llegó a su final sin darme cuenta, mucho antes de lo que hubiese creído posible ante esa tristeza aplastante y ensordecedora en la que me veía envuelta.
La aceptación:
Luego de ir y venir entre las fases anteriores, llega ese momento tan ansiado, por fin comienza una reconciliación con el duelo, donde lo perdido se toma rescatando los mayores aprendizajes posibles, y el planteamiento de qué hacer para dar inicio al restablecimiento comienza a surgir.
El dolor suele tener muy mala prensa, pero es aquí y NO antes, donde en la medida de lo posible comienzan los destellos positivos de la situación vivida. El ser humano en el desarrollo de su capacidad de resiliencia, tiene un poder maravilloso de ser creativo y buscar la inspiración por vivir una y otra vez.
“Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
Tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará”. Gustavo Adolfo Bécquer.
Solemos decir que el tiempo todo lo cura, y no es así, el tiempo sólo nos ayuda a sobrevivir de la mejor manera que encontremos, pero si no hay consciencia en el proceso inevitablemente no habrá sanación de la herida, es por eso que vivir el duelo no es negociable, porque el dolor que no es abrazado y aceptado compasivamente, en cualquier esquina te sorprenderá y removerá todo aquello que pensaste haber superado.
Y como ya sabes que me gusta dejarte pensando, esta vez te lo pregunto con todo el respeto que merece tu proceso … Cariño ¿cómo vas con tus duelos, los dejaste en manos del tiempo o en las tuyas propias?… te invito a responderte sinceramente, no vaya a ser que un día nos encontremos sorprendidos llorando la pérdida de hace 10 años que asegurábamos superada.
Y como bien lo dice Julio Cortázar “Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma”… en un duelo, los grandes discursos no son necesarios, ni siquiera palabras llenas de sabiduría, lo que nunca sobra es un buen abrazo, de esos que te contienen, fuertes, cálidos, porque de corazón a corazón se dice todo sin decir nada.
Con estas palabras te abrazo desde mi pantalla y me despido con la esperanza de saber que confiando en ti y en tu fuerza interior lo lograrás.